Estar "jubilado", también es una actitud

La jubilación, ese horizonte de libertad y serenidad, a menudo se percibe como una meta lejana. Pero, ¿y si te dijéramos que puedes empezar a vivir con ese espíritu hoy mismo?

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Vivir como un jubilado sugiere un estado de serenidad y autonomía que, para muchos, representa la culminación de los esfuerzos de toda una vida. Para algunos, esa imagen de libertad se plasma en levantarse sin prisas y saborear un café mientras se contempla el paisaje. Para otros, significa desterrar cualquier atisbo de estrés y construir un día a día en el que uno se siente dueño de su propio tiempo. Existen tantas maneras de entender esa jubilación soñada como personas dispuestas a perseguirla.


La clave radica en preguntarse si es necesario esperar a un momento indeterminado del futuro para disfrutar de esa visión tan idílica. Si se reflexiona con detenimiento, resulta posible incorporar elementos de esa vida anhelada en nuestro presente. Adoptar horarios más flexibles, por ejemplo, encaja con la idea de no postergar la satisfacción personal. Aprender a gestionar mejor las responsabilidades, compartir espacios de ocio con aquellos a quienes queremos y reservar momentos de desconexión absoluta puede acercarnos a la sensación de libertad que tanto se asocia con la jubilación.


La flexibilidad en el trabajo y en la vida privada aporta un equilibrio que a menudo se descuida. Muchas personas asumen con resignación jornadas extenuantes o rutinas con poco margen para improvisar. Sin embargo, abandonar la idea de que hay que sacrificarlo todo en aras de la productividad ofrece la oportunidad de vivir con más plenitud. No se trata de caer en la desidia ni de renunciar al crecimiento profesional, sino de dar con esa fórmula en la que la mente y el cuerpo puedan mantenerse en armonía.


La planificación financiera desempeña un papel fundamental en este concepto de bienestar a largo plazo. Con frecuencia, pensamos en el dinero como un fin en sí mismo, pero lo interesante es descubrirlo como una herramienta que nos permite emprender proyectos, reducir preocupaciones y, en definitiva, tener más control sobre nuestras decisiones. Vivir con cierta estabilidad económica es un factor que contribuye de forma notable a la sensación de vivir sin prisas, ya que el futuro deja de parecer un pozo de incertidumbre y se convierte en una prolongación de nuestro presente.


Para saborear ese presente de un modo más consciente, es recomendable introducir prácticas que inviten a la contemplación, la serenidad y la autoreflexión. El mindfulness o la meditación, entendidos como espacios de calma mental, constituyen vías para aprender a apreciar los pequeños detalles de la vida. Del mismo modo que un jubilado puede permitirse el lujo de dedicarse a observar el paso de las estaciones sin presiones inminentes, la persona que integra rutinas de atención plena descubre que cada día puede contener instantes de genuina belleza.

Desarrollar pasiones y aficiones añade otro matiz enriquecedor a esta visión. La jubilación ideal no consiste en desaparecer del mundo profesional, sino en redescubrir y cultivar facetas que la rutina diaria deja en la sombra. Encontrar una afición que despierte la curiosidad o retome un talento olvidado expande los horizontes vitales y nos acerca a una sensación de completud, sea cual sea la edad que tengamos.


Vivir con el espíritu de un jubilado no equivale a renunciar a nuestros proyectos. Más bien implica adelantar parte de ese bienestar y esa tranquilidad que solemos proyectar en el futuro, de modo que podamos disfrutar hoy de sus beneficios. Implica prestar atención a nuestros valores y prioridades, cultivar hábitos saludables, manejar con sensatez nuestra economía personal y conceder a nuestra mente el sosiego que necesita para funcionar de manera óptima. No se trata de un capricho o de un espejismo reservado para un puñado de privilegiados, sino de una filosofía de vida que, con la actitud adecuada, puede acercarnos a la mejor versión de nosotros mismos.


Plantear un enfoque de vida “como si estuviéramos jubilados” es una utopía tentadora, pero choca de bruces con la realidad que experimentan millones de personas cada día. En un mundo marcado por la precariedad laboral, la incertidumbre económica y las dificultades para conciliar, las buenas intenciones tropiezan con una rutina que apenas deja resquicios para respirar. Para quienes cuentan con contratos temporales, sueldos exiguos o responsabilidades familiares abrumadoras, el ideal de levantarse con calma y pasear sin prisas se convierte en un mero ejercicio de imaginación.


Muchos trabajadores, lejos de permitirse un horario flexible, encadenan jornadas maratonianas o varios empleos para afrontar la hipoteca, las facturas y los imprevistos de la vida moderna. Las presiones sociales y económicas convierten la planificación financiera en algo más próximo a la supervivencia que a la estrategia serena de ahorro. La flexibilidad, en estos casos, no surge como un privilegio voluntario, sino como una exigencia impuesta por la volatilidad del mercado. En consecuencia, dedicarse a cultivar aficiones o a meditar al amanecer queda relegado a un plano casi inalcanzable.


Incluso la promesa de la jubilación como etapa liberadora puede parecer frágil para quienes intuyen que su pensión no cubrirá las necesidades más básicas. En un contexto así, hablar de prácticas que promueven la serenidad o el equilibrio suena, a oídos de muchos, como un mensaje hermoso pero distante. No es que la idea en sí sea insostenible, sino que la realidad social y económica se ensaña con la mayoría, imponiendo ritmos frenéticos y urgentes que aplazan cualquier visión pausada del presente.


La obsesión por producir o por encajar en un modelo de éxito puede impulsar a las personas a creer que deben dejar de lado la parte contemplativa y, en el mejor de los casos, recuperarla cuando alcancen la edad de jubilación. Sin embargo, hay un trasfondo más amargo: es probable que, para cuando llegue ese momento, el desgaste acumulado haya mermado tanto la salud y el ánimo que apenas quede energía para disfrutar de esa anhelada libertad. Para muchos, la palabra jubilación se tiñe de incertidumbre, ligada a reformulaciones laborales que posponen la retirada y a un sistema que no garantiza el descanso merecido tras décadas de trabajo.


Aun así, la cruda realidad no debería anular el valor de aspirar a pequeñas mejoras. Quizá no sea viable convertir toda la vida en un remanso de paz, pero sí introducir actos que permitan recordar que no somos meras piezas de un engranaje productivo. Un breve paseo antes de la siguiente tarea, un rato de juego con los hijos sin mirar el reloj o un silencioso café al amanecer pueden ser gestos humildes que, en medio de la vorágine, introduzcan una bocanada de aire fresco. No resuelven las injusticias de una estructura que golpea con más fuerza a los vulnerables, pero, al menos, reivindican la posibilidad de raptar instantes de plenitud mientras se lucha por algo más justo.


En definitiva, el choque con la realidad no debería aplastar la esperanza de vivir con un espíritu más apacible. Más bien debería impulsarnos a reclamar, como sociedad, condiciones laborales dignas, un mejor reparto de la riqueza y una concienciación generalizada de que no solo trabajamos para cubrir necesidades inmediatas, sino también para conservar la dignidad y la capacidad de sentirnos vivos. Contraponer la aspiración a la vida jubilada con la crudeza del día a día obliga a preguntarnos hasta qué punto estamos dispuestos a tolerar un modelo que dificulta el disfrute de lo esencial. Y, por encima de todo, a preguntarnos si podemos trazar, dentro de nuestras posibilidades, pequeñas fisuras en el asfalto que nos devuelvan la esencia de aquello que llamamos libertad.


Abel Ramos

CEO de Xappiens y un apasionado de la transformación digital y la inteligencia artificial. Mi objetivo es demostrar que la tecnología no es solo un conjunto de herramientas, sino un catalizador para mejorar procesos, impulsar negocios y, sobre todo, empoderar a las personas. Mi experiencia profesional tiene sus raíces en el sector industrial, donde aprendí a navegar en entornos complejos y exigentes. Este bagaje me ha permitido comprender las necesidades reales de las empresas, identificar oportunidades estratégicas y conectar esas demandas con soluciones tecnológicas efectivas. No me conformo con implementar tecnología; mi propósito es ayudar a las organizaciones a adaptarse, prosperar y construir culturas más resilientes. Bajo mi marca personal, #nosoloIA, comparto reflexiones y proyectos que buscan humanizar la inteligencia artificial y hacerla accesible para todos. Creo firmemente en un uso ético de la tecnología, donde el foco esté en su capacidad para transformar y no reemplazar. A través de esta iniciativa, trato de mostrar cómo la IA puede ser una herramienta poderosa, siempre que se combine con una visión centrada en las personas. En Xappiens lidero un equipo comprometido con llevar la digitalización a otro nivel, construyendo soluciones a medida que realmente impactan en los negocios. Creo en la innovación, pero también en la reflexión. La tecnología debe ser una aliada estratégica, no un fin en sí misma.

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